Vanessa sale de su habitación. Lleva puesta una bata rosa suave y acolchada bajo un pijama de felpa azul claro, y en los pies unas cálidas zapatillas. La ducha la ha ayudado a recuperarse del cansancio del footing, pero no está nada de contenta. Aquella noche la dieta solo le permite una miserable manzana verde. Cruza el pasillo. Justo en ese momento siente girar la llave en la cerradura de la puerta. Su padre.
—¡Papá! —Vanessa corre a su encuentro.
—Vanessa.
Su padre está furioso. Vanessa se detiene.
—¿Qué ha pasado? No me digas que no he puesto bien la Vespa, que no has conseguido entrar en el garaje…
—¡Qué narices me importa a mí la Vespa! Hoy han venido a verme los Accado.
Al oír aquellas palabras, Vanessa palidece. ¿Cómo no se le ha ocurrido antes? Debería haber contado a sus padres todo lo que pasó.
Gina, que ha acabado de lavar las dos manzanas verdes preparando de este modo la cena, entra en el salón.
—¿Qué querían de ti los Accado? ¿Qué ha pasado? ¿Qué tiene que ver Vanessa?
Greg mira a su hija.
—No lo sé. Dínoslo tú, Vanessa, ¿qué tienes que ver?
—¿Yo? ¡Yo no tengo nada que ver!
Stella se asoma a la puerta.
—¡Es verdad, ella no tiene nada que ver!
Gina se vuelve hacia Stella.
—Tú calla, nadie te ha preguntado.
Greg coge a Vanessa por un brazo.
—Puede que no sea culpa tuya, ¡pero ese que estaba contigo tiene que ver y cómo! Accado ha tenido que ir al hospital. Tiene el tabique nasal fracturado en dos puntos. El hueso se ha hundido y el médico ha dicho que medio centímetro más y le agujereaba el cerebro.
Vanessa permanece en silencio. Greg la mira. Su hija está descompuesta. Le suelta el brazo.
—Puede que no me hayas entendido, Vanessa, medio centímetro más y Accado habría muerto…
Vanessa traga saliva. Se le ha pasado el hambre. Ahora ni siquiera le apetece la manzana. Gina mira preocupada a su hija, luego, al verla tan alterada, adopta un tono sereno y tranquilo.
—Vanessa, por favor, ¿puedes contarme esta historia?
Vanessa alza los ojos. Son marrones claros y están asustados. Es como si la viera por primera vez aquella noche. Empieza con un <Nada, mamá> y prosigue contándoselo todo. La fiesta, los que se colaron, Josh, que llamó a la policía, eso que hicieron como que se marchaban y, en cambio, los esperaron debajo de casa. La persecución, El BMW destrozado. Josh que se para, el chico de la moto azul le pega, Accado interviene y el chico le pega también a él.
—Pero cómo, ¿Accado te dejó sola con ese gamberro? ¿Con ese violento, no te llevó con él?
Gina está conmocionada. Vanessa no sabe qué contestarle.
—Puede que pensase que se trataba de un amigo mío, yo qué sé. Lo único que te puedo decir es que, después de los golpes, todos escaparon de allí y yo me quedé a solas con él.
Greg sacude la cabeza.
—Es cierto que Accado escapó. Se arriesgaba a morir desangrado con esa nariz rota. En cualquier caso, se ha acabado para ese muchacho. Filippo lo ha denunciado. Hoy vinieron a mi despacho a contarme toda la historia por corrección. Me dijeron que procederán por la vía legal. Quieren saber el nombre y los apellidos de ese chico. ¿Cómo se llama?
—Zac.
Greg mira perplejo a Vanessa.
—¿Cómo Zac?
—Zac. Se llama así. Yo, al menos, lo he oído nombrar siempre así.
—¿Y eso por qué?
—Es un apodo.
Greg mira a sus hijas.
—Pero digo yo que ese chico tendrá un nombre, ¿o no?
Vanessa le sonríe.
—Claro que lo tiene, pero yo no lo sé.
Greg pierde de nuevo la paciencia.
—Pero ¿cómo les puedo decir yo a los Accado que mi hija va por ahí con uno que ni siquiera sabe cómo se llama?
—Yo no voy por ahí con él. Estaba con Josh… ya te lo he dicho.
Gina interviene.
—Sí, pero luego volviste a casa en moto con él.
—Pero, mamá, si Josh y los Accado se habían marchado, ¿de qué otro modo podía volver? ¿Me quedaba ahí en la calle, de noche? ¿Qué hacía, volver a casa sola? Lo intenté. Pero pasados unos minutos se paró uno tremendo con un golf y empezó a molestarme. Entonces hice que me acompañara.
Greg apenas puede creer lo que oye.
—¡No, si ahora resulta que tendremos que darle las gracias a ese Zac!
Gina mira enfadada a sus hijas.
—No podemos hacer una papelón semejante. ¿Lo habéis entendido? Quiero saber de inmediato el nombre de ese chico. ¿Está claro? —En ese momento, Vanessa recuerda lo que le dijo Stella esa misma mañana. Todavía era pronto, ella estaba medio dormida, pero está segura.
—Stella, tú sabes cómo se llama. ¡Díselo!
Stella mira a Vanessa sorprendida. ¿Qué le pasa, se ha vuelto loca? ¿Decirlo? ¿Denuncias a Zac? Recuerda lo que le hicieron a Josh y muchas otras historias más que le han contado. Le destrozarían la Vespa, le pegarían, la violarían. Escribirían cosas terribles sobre las paredes del colegio con su nombre, cosas indecentes que, desgraciadamente, todavía no ha hecho. ¿Denunciarlo? Pierde la memoria en un abrir y cerrar de ojos.
—Mamá, solo sé que se llama Zac.
Vanessa arremete contra la hermana.
—¡Mentirosa! ¡Eres una mentirosa! Yo no me acuerdo, pero esta mañana me has dicho su nombre. Tú y tus amigas lo conocéis de sobra.
—Pero, ¿qué estás diciendo?
—¡Eres solo una cobarde, no lo quieres decir porque tienes miedo! Tú sabes cómo se llama.
—No, no lo sé.
—¡Sí que lo sabes!
Vanessa se interrumpe repentinamente. Como si algo se hubiera abierto, desatado, aclarado en su mente. Ahora recuerda.
—Zachary David Alexander Efron. Se llama así. Lo llaman Zac.
A continuación, mira a su hermana y cita sus palabras:
—Yo y mis amigas lo llamamos 10 y matrícula de honor.
—Muy bien, Vanessa. —Greg saca del bolsillo una hoja sobre la que anota todo. Escribe el nombre antes de olvidarlo. Mientras escribe se pone nervioso. Ha leído algo que tendría que haber hecho, pero ya es demasiado tarde.
Stella mira a la hermana.
—Te sientes fuerte, ¿eh? ¿No entiendes lo que te van a hacer? Te destrozarán la Vespa, te pegarán, escribirán sobre ti en las paredes del colegio.
—Pues vaya, la Vespa está ya destrozada. Dudo que escriban algo sobre las paredes, entre otras cosas, porque no creo que ninguno de ellos sepa escribir. Y si me quieren hacer daño papá me protegerá, ¿verdad?
Vanessa se vuelve hacia él. Greg piensa en Accado, imagina el dolor que se debe sentir cuando a uno le rompen la nariz.
—Claro, Vanessa, puedes contar conmigo.
Se pregunta hasta qué punto es cierta aquella afirmación. Puede que no demasiado. Pero, al menos, ha conseguido lo que pretendía. Vanessa, ya más tranquila, va a la cocina. Coge su manzana verde y la lava de nuevo. Acto seguido, manteniéndola alzada en el vacío por el rabito, empieza a girarla. Cada vuelta, una letra. Cuando el rabito se rompe, la inicial donde se ha detenido corresponde a la de la persona que piensa en ti.
A, B, C, D. El rabito se rompe con un ruido seco.
Ha salido la D. ¿A quién conoce que empiece por la D? A nadie, no se le ocurre nadie. Menos mal que no ha salido la Z. Es difícil que un rabito resista tanto. Pero, aun en el caso de que hubiera salido esa letra, no se habría preocupado demasiado. No tiene miedo. Vanessa pasa por delante de su madre. Le sonríe. Gina la contempla alejarse. Está orgullosa de su hija. Vanessa sí que se le parece. No como Stella. Su miedo, en el fondo, está injustificado. Stella es igual que su padre. Greg pone el traje gris sobre la cama.
—Ah, cariño, ¿has comprado la cafetera grande?
—No, me he olvidado.
Gina se encierra en el baño. Pero cómo es posible, piensa Greg, lo he escrito incluso en la lista de la compra. Decide no decir nada justificando de este modo aún más el carácter de Stella. Greg, elegida una camisa, la arroja sobre la cama. Luego pone encima su corbata preferida. Quién sabe, tal vez esa noche consiga ponérsela.
Los padres salen rogándoles, como todas las noches, que no le abran a nadie. Inmediatamente después, Vanessa baja corriendo en batín y, sin que nadie la vea, esconde las llaves de casa bajo la alfombrilla del portal. A saber dónde estará Ash en ese momento. En las carreras de motos de la Olimpica. Contenta ella…
Stella está en el pasillo. Habla con Andrea Palombi por teléfono mientras garabatea con un bolígrafo sus nombres y algunos corazoncitos sobre un folio. Andre, al oír que Stella no le contesta, siente curiosidad.
—Stella, ¿qué estás haciendo?
—Nada.
—¿Cómo nada? Oigo ruidos.
—Estoy escribiendo.
—Ah, ¿y qué escribes?
—Nada… —miente—. Estoy dibujando.
—Ah, entiendo. ¿Así que dibujas mientras hablas conmigo?
—Eh, no, te escucho. He entendido todo.
—Entonces repítelo.
Stella resopla.
—Lunes, miércoles y viernes vas al gimnasio, martes y jueves a inglés.
—¿A qué hora?
Stella piensa por un momento.
—A las cinco.
—A las seis. ¿Lo ves como no me estabas escuchando?
—Claro que sí, solo que no me acuerdo. ¿Has entendido en cambio por qué antes no podía hablar?
—Sí, porque estaban tus padres y se estaban despidiendo.
—Exacto: te hacía sí, er, eh. Y tú no me entendías.
—¿Cómo puedo entenderlo si tú no me lo dices?
—¿Cómo puedo decírtelo si mis padres estaban delante? ¡Mira que eres listo! Tengo una idea: tenemos que ponernos de acuerdo sobre una palabra para cuando no podamos hablar.
—¿Tipo?
—No sé, pensemos…
—Podremos decir el nombre de mi academia de inglés.
—¿Cuál es?
—¡Ves cómo no me escuchas! British.
—Sí, British me gusta.
Vanessa pasa en ese momento por el pasillo y se detiene delante de la hermana.
—¿Es posibles que te pases la vida al teléfono?
Stella no le contesta. Decide recurrir de inmediato a la nueva palabra.
—British.
Andrea se queda perplejo por un momento.
—¿Qué pasa, no puedes hablar?
—¡Claro! ¿Por qué digo British si no? Así, sin ton ni son. Entonces, ¿para qué hemos decidido usarla?
—Está bien, pero ¿yo cómo puedo saber que ahora no puedes hablar?
—Ah, no, lo tienes que sabes. He dicho British.
—Sí, pero pensaba que tal vez estuvieras probando para ver que tal suena.
Esta conversación, no precisamente metafísica, se ve interrumpida repentinamente por la voz inflexible de una señorita de la Telecom.
—Atención. Llamada urbana urgente para el número… —Stella y Andrea se callan. Esperan la primera cifra para saber a cuál de los dos buscan—. 3…2… Stella habla por encima de la voz de la señorita.
—Es para mí. ¡Será Giulia!
—¿Hablamos más tarde?
—Sí, te llamo en cuanto acabe. ¡British! —Andrea se ríe—. En ese caso quiere decir algo así como: <Te quiero mucho>.
—Yo también. —Cuelgan. Vanessa mira a su hermana. Qué extraño que haya obedecido tan pronto.
—Nos han hecho una llamada urbana urgente.
—¡Ya me parecía a mí! Era demasiado extraño que colgaras solo porque te lo hubiera dicho yo. Serán papá y mamá enojados porque tienen que decirnos algo y la línea está siempre ocupada.
—¡Qué va! Esta es sin duda giulia, quedamos en volvernos a llamar.
Esperan en silencio junto al teléfono. Listas para levantar el auricular a la primera llamada. Como dos participantes en un concurso televisivo donde hay que ser el primero en apretar el botón y dar la respuesta exacta. El teléfono suena. Stella es la más rápida.
—¿Giulia? —Respuesta equivocada—. Ah, perdone, sí, ahora se la paso. Es para ti. —Vanessa arranca el auricular de las manos de Stella.
—¿Sí?
Aquel sentimiento de satisfacción se convierte de inmediato en una grave desazón. Es la madre de Ash. Stella sonríe.
—No estés mucho, ¿eh?
Vanessa prueba a darle una patada. Stella la esquiva. Vanessa se concentra en la llamada.
—Ah, sí, señora, buenas noches. —Escucha a la madre de Ash. Naturalmente, quiere hablar con su hija—. La verdad es que está durmiendo. —Acto seguido, arriesgándose como nunca—: ¿Quiere que la despierte? —Vanessa entorna los ojos y aprieta los dientes esperando a que se produzca la respuesta.
—No, no te preocupes. Puedo decírtelo a ti.
Ha salido bien.
—Mañana por la mañana tenemos una cita para hacer los análisis de sangre. De modo que tienes que decirle que no como cuando se levante y que iré a recogerla hacia las siete. Entrará a segunda hora, si no nos retrasamos mucho. —Vanessa se ha relajado ya.
—Sí, de todos modos a primera hora tenemos religión… —Vanessa piensa que aquella materia no le sirve de nada a su amiga. El alma de Ash, entre mentiras y novios violentos, se ha perdido ya irremediablemente.
—Recuerda, Vanessa, no le dejes comer.
—No, señora. No se preocupe.
Vanessa cuelga. Stella pasa junto a ella lista para apoderarse de nuevo del teléfono.
—Te ha ido bien, ¿eh?
—Le ha ido bien a Ash. Si la pilla es asunto suyo. ¿Qué tengo que ver yo? —Vanessa se apresura a llamar al móvil de Ash. Nada que hacer: está apagado. Claro. Está durmiendo en mi casa y en mi casa no tiene cobertura. ¿Para qué la llamo? ¿De qué me preocupo? Al límite, la que se arriesga es ella. Es más, ni siquiera me tengo que poner nerviosa.
Vanessa se prepara una camomila. Dos rodajas de limón, un sobrecito de Dietor y se echa sobre el sofá. Las piernas dobladas hacia atrás, los pies metidos en el pliegue de un almohadón, justo en el sitio más caliente. Se pone a mirar la televisión. Stella, por supuesto, vuelve a llamar a Andrea. Le cuenta la historia de Ash, la llamada de la madre, la mentira de Vanessa y muchas otras cosas más que ellos encuentran divertidísimas. En la tele del salón un poco de zapping. Una retransmisión sobre las civilizaciones antiguas, una historia de amor más contemporánea, un concurso demasiado difícil. Vanessa piensa un momento, sentada en el sofá. No. Esa respuesta no la sabe. La voz de Stella llega desde el pasillo alegre y divertida. Dulces palabras de amor se confunden entre frescas risas. Vanessa apaga la tele. Ash llegará antes de las siete.
—Buenas noches, Stella.
Stella sonríe a la hermana.
—Buenas noches.
Vanessa ni siquiera prueba a repetir de nuevo que no tenga ocupado el teléfono. ¿Para qué? Se lava los dientes. Coloca sobre la silla el uniforme para el día siguiente, prepara la bolsa y se mete en la cama. Recita una oración mirando el techo. Se siente un poco distraída. Luego apaga la luz. Da vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño. En vano. ¿Y si Ash decidiera ir directamente al colegio? Esa es capaz de todo. A lo mejor pasa toda la noche fuera y hace que Pollo la acompañe al Falconieri mientras su madre viene a recogerla a su casa. ¡Maldita Ash! ¿Por qué no puede ser una enamorada como las demás? Se pasa dos horas al teléfono como su hermana y ya está. No causa tantos daños, solo una factura un poco más sustanciosa. No, ella tiene que ir a las carreras. Tiene que se la novia del duro. ¡Maldita Ash! Baja de la cama y se viene apresuradamente. Se pone solo un suéter y unos de vaqueros, luego va hasta la habitación de Stella y coge sus Superga azules. Pasa por delante de su hermana. Como no podía ser de otro modo, sigue colgada del teléfono.
—Voy a avisar a Ash.
Stella la mira asombrada.
—¿Vas al invernadero? Yo también quiero ir.
—¿Al invernadero? Voy a la Olimpica. Donde hacen las carreras.
—¡Eh! Se llama invernadero.
—¿Y por qué?
—¡Por todas las flores que hay a lo largo del camino! En recuerdo de todos los que han muerto.
Vanessa se pasa la mano por la frente.
—Solo me faltaba eso… ¡el invernadero!
Coge la cazadora colgada en el pasillo y hace ademán de salir. Stella la detiene.
—¡Te lo suplico, Vanessa, llévame contigo!
—Pero bueno, ¿acaso os habéis vuelto todas locas? Ash, tú y yo frecuentando ese invernadero. Podríamos incluso hacer una carrera en moto, ¿eh?
—Si te pones el cinturón de Camomila te eligen ellos y te llevan detrás, coge el mío, venga, piensa qué guay, hacer la camomila.
Vanessa piensa en la que ha bebido antes de ir a la cama. Todo inútil. Se levanta el cuello de la cazadora. Se siente como si estuviera sentada frente al presentador de un concurso en el que ella es la única participante. ¿Qué vas a hacer allí? ¿Por qué vas al invernadero, entre ramos de flores en honor de aquellos que han muerto? ¿A esa carrera donde unos grupos de exaltados en moto se arriesgan a acabar del mismo modo? La respuesta le parece fácil. Va a avisar a Ash de que vuelva antes de la siete. A esa misma Ash a la que le gusta ir a lugares absurdos, esa Ash que no sabe nada de latín. La Ash a la que a ella le gusta soplar aunque eso suponga recibir una mala nota. Sí, ella va allí sobre todo por su amiga Ash. O al menos eso es lo que quisiera creer.
—No te lo repito más. Stella. Cuelga el teléfono. —Luego sale corriendo con la peineta de los brillantitos en el pelo y el corazón, curiosamente, a mil por hora.
Perdonen por la tardanza, pero he estado de descanso.. jiji
Espero que os guste el capitulo.
Por cierto, Andrea, es un chico vale?
Aunque parezca que es una chica.. jajaja
Un beso
muy bien nessi!!
ResponderEliminarlo hace por su amiga, seguro!
porke la kiere mucho ^^
y stella ke cotilla
todo se lo tiene ke contar a sus amigos ¬¬
ya hacia tiempo ke estabas desaparecida
si estamos de vacas!!!
no vale desaparecer!
ah y, aun no pusiste lo ke te mande v.v
no te gusto? :S
siguela pronto!
gracias por comentarme!
bye!
kisses!