A ambos márgenes de la carretera de amplia curva hay mucha gente. Algunos jeep Patrol con las puertas abiertas disparan música sin cesar. Muchachos con el pelo rubio teñido, con camisetas y gorras americanas, de físico enjuto, se fingen surfistas y en poses estatuarias se pasan, obsesionados por el físico, una cerveza. Un poco más allá, junto a un Maggiolones descapotable, otro guapo, mucho más realista, se está liando un porro.
Más allá, unas personas de cierta edad a la búsqueda de una noche emocionante, se agrupan alrededor de un Jaguar. Junto a ellos, una pareja de amigos contempla divertida aquel absurdo torbellino.
Motocicletas sobre una sola rueda, motos que zumban veloces, muchacho que pasan de pie sobre los pedales mirando a su alrededor para ver si hay alguien que conocen, saludando a los amigos.
Vanessa empieza a subir por la suave pendiente con su Vespa trucada. Una vez en lo alto, se queda sin habla. Cláxones de todo tipo, agudos y graves, suenan como enloquecidos. Al estruendo de los motores responden nuevos rugidos. Luces de faros de diferentes colores iluminan la carretera como si se tratara de una enorme discoteca.
En una pequeña explanada hay un puesto de esos móviles que venden bebidas y bocadillos calientes. Está haciendo su agosto. Vanessa se detiene delante de él y pone el soporte a la Vespa. La cierra. Una Free sobre una sola rueda le pasa tan cerca que Vanessa casi pierde el equilibrio. Un muchacho de unos quien años como mucho vuelve a caer sobre la rueda delantera riendo groseramente. Frena derrapando y vuelve a arrancar en sentido inverso. Hace de nuevo el caballito con las piernas fuera de sitio, ligeramente desequilibrado.
Vanessa mira distraída en derredor. Luego echa de nuevo a andar, tropieza con un tipo con el pelo al rape, una cazadora negra de piel y un pendiente en la oreja derecha. Parece tener una gran prisa.
—Mira por dónde cojones vas, ¿no?
Vanessa se disculpa. Se vuelve a preguntar qué estará haciendo en aquel sitio. De repente, ve a Gloria, la hija de los Accado. Está allí, sentada en el suelo, sobre una cazadora vaquera. A su lado está Dario, su novio. Vanessa se acerca a ellos.
—Hola, Gloria.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien.
—¿Conoces a Dario?
—Sí, nos hemos visto ya.
Se intercambian una sonrisa tratando de recordar dónde y cuándo.
—Oye, siento lo que le pasó a tu padre.
—¿Ah,sí? Bueno, a mí me importa un comino. Se lo tiene bien merecido. Así aprende a no meterse donde no le llaman. Siempre tiene que estar en medio, decir lo que piensa. Finalmente se ha topado con uno que lo ha puesto en su sitio.
—Pero ¡es tu padre!
—Sí, pero es también un coñazo.
Dario se ha encendido un cigarrillo.
—Estoy de acuerdo. Es más, dale las gracias a Zac de mi parte. ¿Sabes que no me deja subir a su casa? Tengo que esperar siempre abajo, para salir con Gloria. Y no porque tenga ningún interés e verlo. Es una cuestión de principios, ¿no?
Vanessa se pregunta a qué principios se referirá. Dario le pasa el cigarrillo a Gloria.
—Claro que si el que le daba el cabezazo era yo, habría visto las estrellas.
Dario suelta una carcajada.
Gloria da una calada, luego mira a Vanessa sonriendo.
—¿Y qué, estás saliendo con Zac?
—¿Yo? ¡Tú estás loca! Bueno, yo me voy, tengo que encontrar a Ash.
Se aleja. Se ha equivocado. Los dos están locos. Una hija feliz de que a su padre lo hayan vapulado. Se novio disgustado por no haberlo podido hacer él. Increíble. Sobre una pequeña elevación, detrás de una red agujereada, está Pollo. Está sentado sobre una gruesa moto y charla alegremente con una chica que tiene abrazada entre las piernas. La chica lleva una gorra azul con la visera y la inscripción NY delante. El pelo rubio recogido en una cola le sale de la gorra entre el cierre y la costura. Viste una cazadora con las mangas blancas plastificadas de típica chica pompón americana. El cinturón doble de Camomilla, un par de mallas azul oscuras y las Superga a juego la hacen parecer un poco más italiana. Esa loca desenfrenada que se ríe y mueve divertida la cabeza besando de vez en cuando a Pollo es Ash. Vanessa se acerca. Su amiga la ve.
—¡Eh, hola, qué sorpresa! —Sale a su encuentro y la abraza—. Estoy muy contenta de que hayas venido.
—Yo para nada. Al contrario, ¡quiero irme lo antes posible!
—Por cierto, ¿qué haces aquí? ¿No es una idiotez venir a las carreras?
—De echo, eres realmente una idiota. ¡Tu madre ha llamado!
—¿No…? ¿Y tú qué le has dicho?
—Que estabas durmiendo.
—¿Y se lo ha creído?
—Sí.
Ash silba.
—¡Menos mal!
—Sí, pero me ha dicho que mañana por la mañana te viene a recoger pronto, que tienes que ir a hacer los análisis y te saltas la primera hora.
Ash da un salto de alegría.
—¡Yuhuu! —Su entusiasmo, sin embargo, no dura mucho—. Pero mañana a primera hora tenemos religión, ¿no?
—Sí.
—Qué rabia, ¿no puedo hacer los análisis el viernes que tenemos italiano?
—Bueno, en cualquier caso, pasará a recogerte a las siete, así que trata de volver pronto, ¿eh?
—¡Quédate, venga! —Ash coge del brazo a Vanessa y la arrastra hacia donde está Pollo—. ¿A qué hora se acaba esto?
Pollo sonríe a Vanessa que lo saluda resignada.
—Pronto, como mucho en dos horas se habrá acabado todo. Luego nos vamos a comer una buena pizza, ¿eh?
Ash mira entusiasmada a la amiga.
—¡Venga, no seas muermo! —dice mientras Pollo sonríe y se enciende un cigarrillo—. Venga, que está también Zac, se alegrará de verte.
—¡Sí, pero yo no! Ash, yo me vuelvo a casa. Trata de volver pronto. ¡No quiero tener problemas con tu madre por tu culpa!
Vanessa advierte un letrero en el suelo en el borde de la carretera. Es de madera, y en el centro hay una foto de un chico junto a un círculo mitad negro y mitad blanco. El símbolo de la vida. Esa misma vida que el chico en cuestión ha dejado de tener. En él está escrito: <Era rápido y fuerte pero al final el Señor no se comportó con él como un verdadero señor. No quiso concederle el desquite. Los amigos.>
—¡Menudos amigos que sois! ¡Y hasta os da por hacer de poetas! Prefiero estar sola que tener amigos como vosotros que me ayudan a matarme.
—¿Qué coño has venido a hacer aquí si nada te parece bien? —dice Pollo tirando al suelo el cigarrillo.
Luego, su voz.
—Pero, ¿es posible que no consigas llevarte bien con nadie? Tienes realmente un carácter asqueroso, ¿eh?
Es Zac. Plantado delante de ella con su sonrisa insolente.
—Da la casualidad de que yo me llevo bien con todos. Jamás he tenido una discusión en mi vida, puede que porque siempre he frecuentado un cierto tipo de gente. Es solo hace poco que mis amistades han empeorado, tal vez por culpa de alguien… —Mira alusivamente a Ash, quien a su vez alza la mirada resoplando.
—Ya lo sé, de todos modos, lo mires como lo mires, es siempre culpa mía.
—¿Acaso no he venido hasta aquí solo para avisarte?
—Pero bueno, ¿no has venido por mí? —Zac se pone delante de ella—. Estoy seguro de que has venido a verme correr…
Se cara se acerca demasiado peligrosamente a la de ella. Vanessa lo esquiva haciéndose a un lado.
—Pero si ni siquiera sabía que estabas aquí. —Enrojece.
—Lo sabías, lo sabías. Te has puesto roja como un pimiento. Ves, no te conviene contar mentiras, no eres capaz.
Vanessa se calla. Exasperada con aquel maldito rubor y con el corazón que, desobediente, le late con fuerza. Zac se acerca a ella lentamente. Su cara se encuentra de nuevo demasiado próxima a la de Vanessa. Le sonríe.
—No entiendo por qué te preocupas tanto. ¿Tienes miedo de decirlo?
—¿Miedo? ¿Miedo yo? ¿Y de quién? Tú no me das miedo. Solo me produces risa. ¿Quieres saber algo? Esta noche te he denunciado. —Esta vez es ella la que se acerca a la cara de Zac—. ¿Has entendido? He dicho que has sido tú el que pegó al señor Accado. Imagínate, pues, el miedo que te tengo…
Pollo baja de la moto y se dirige deprisa hacia Vanessa.
—Asquerosa…
Zac lo detiene.
—Tranquilo, Pollo, tranquilo.
—¿Cómo que tranquilo, Zac? ¡Esa te ha arruinado! Después de todo lo que pasó, otra denuncia y tendrás que pagar por todo lo que pasó, otra denuncia y tendrás que pagar por todo el resto. Irás directamente a la cárcel.
Vanessa se queda estupefacta. Esto no lo sabía. Zac calma al amigo.
—No te preocupes, Pollo. No pasará nada. No iré a la cárcel. Puede que, como mucho, tenga que presentarme ante el juez. —Luego, dirigiéndose a Vanessa—: Lo que importa es lo que digas en el proceso cuando te llamen para testimoniar en mi contra. Ese día tú no dirás mi nombre. Estoy seguro. Dirás que no he sido yo. Que yo no tengo nada que ver.
Vanessa lo mira con aire de desafío.
—¿Ah, sí? ¿Estás seguro?
—Por supuesto.
—¿Piensas meterme miedo?
—En absoluto. Ese día, cuando vayamos al juzgado, estarás tan loca por mí que harás lo que sea con tal de salvarme.
Vanessa se queda en silencio por un instante, acto seguido suelta una carcajada.
—El que está loco eres tú, si te crees eso. Ese día diré tu nombre. Te lo juro.
Zac le sonríe imperturbable.
—No jures.
Un silbido prolongado y decidido. Todos se dan la vuelta. Es Siga. En el centro de la carretera hay un hombre bajo de unos treinta y cinco años. Lleva puesta una cazadora negra de piel. Todos lo respetan, en parte porque se rumorea que lleva escondida una pistola en su interior. Levanta los brazos. Es la señal. La primera carrera, la de las camomilas. Zac se vuelve hacia Vanessa.
—¿Quieres venir detrás de mi?
—¿Lo ves como es verdad? Estás loco.
—No, la verdad es otra: tú tienes miedo.
—¡No tengo miedo!
—Entonces pídele prestado el cinturón a Ash, ¿no?
—Estoy en contra de esas estúpidas carreras.
Una SH azul se para delante de ella. Es Maddalena. Saluda a Ash con una sonrisa, luego ve a Vanessa. Las dos muchachas se miran fríamente. Maddalena se levanta la cazadora.
—¿Me llevas, Zac? —Enseña el cinturón de Camomilla.
—Claro, pequeña. Apaga la SH.
Maddalena lanza una mirada de satisfacción a Vanessa, luego le pasa por delante para aparcar la SH un poco más allá. Zac se acerca a Vanessa.
—Qué lástima, te habrías divertido. A veces el miedo es realmente algo terrible. Te impide disfrutar de los mejores momentos. Si no sabes vencerlo, es como una especia de maldición.
—Ya te he dicho que no tengo miedo. Vete a hacer tu carrera, si eso te divierte tanto.
—¿Me animarás?
—Me voy a casa.
—No puedes, después del silbido nadie se puede mover, Ash se acerca a ellos.
—Tiene razón. Venga, Vanessa. Quédate aquí conmigo. Vemos esta carrera y luego nos vamos las dos juntas.
Vanessa asiente. Zac se le acerca y con un ágil movimiento le quita la bandana que ella lleva en lugar de cinturón. A Vanessa no le da tiempo a impedirlo.
—Devuélvemela.
Trata de cogerla. Zac la tiene en alto con la mano. Entonces Vanessa intenta golpearle en plena cara, pero Zac es más rápido. La agarra la mano a mitad camino y se la aprieta con fuerza. Los ojos marrones de Vanessa brillan. Le está haciendo daño. Orgullosa como es, no dice una palabra. Zac se da cuenta. Afloja la mano.
—No vuelvas a intentarlo.
Luego la deja marcharse y monta en su moto. En ese momento llega Maddalena y sube detrás de él. Lo hace al revés, como establece el reglamento, y se ata con su cinturón Camomilla. La moto da un salto hacia delante justo cuando ella está acabando de abrocharse el cinturón en el último agujero. Maddalena lleva las manos hacia atrás y se aferra a su cintura. Las dos muchachas se intercambian una última mirada.
Luego Zac hace el caballito, Maddalena cierra los ojos sujetándose aún con más fuerzas a él. El cinturón aguanta. Zac vuelve sobre las dos ruedas y acelera para llegar al centro de la carretera, listo para la carrera. Levanta el brazo derecho. En su muñeca, llamativa y socarrona, se agita la bandana de Vanessa.
Repentinamente, tres motos salidas de la nada se colocan en el centro de la carretera. Todas llevan detrás a una chica sentada del revés. Las camomilas miran a su alrededor. Una multitud de chicos y chicas las rodea. Las miran divertidos. Algunas las conoces y las señalan gritando sus nombres. Otras las saludan con la mano tratando de llamar su atención. Pero las camomilas no contestan. Todas tienen los brazos hacia atrás y se aferran al conductor por miedo al arranque. Siga recoge las apuestas. Los señores del Jaguar son los que más dinero se juegan. Uno de ellos lo hace por Zac. El otro por uno que está a su lado con la moto de colores. Recoge el dinero y se lo mete en el bolsillo delantero de la cazadora, el abolsado. A continuación levanta el brazo derecho y se lleva el silbato a la boca. Se produce un momento silencio. Los chicos sobre las motos miran hacia delante, listos para partir. Las camomilas están sentadas detrás, mirando hacia el otro lado. Tienen los ojos cerrados. Todas menos una. Maddalena quiere disfrutar de ese momento. Adora las carreras. Las motos rugen. Tres pies izquierdos empujan hacia abajo el pedal. Con un único ruido entran tres primeras. Preparados. Siga baja el brazo y silba. Las motos arrancan hacia delante, casi de inmediato sobre una sola rueda, veloces y causando un gran estruendo. Las camomillas se sujetan con fuerza a sus hombres. Con la cara vuelta hacia el suelo, ven pasar corriendo bajo ellas la carretera, dura y terrible. Conteniendo el aliento, el corazón a dos mil, el estómago en la garganta. Arrastradas desde detrás a cien, ciento veinte, ciento cuarenta. El primero a la izquierda se adelanta. Baja la rueda delantera, tocando el suelo con un golpe fuerte, empujando sobre los amortiguadores. La horquilla tiembla, pero no sucede nada. El que va a su lado da demasiado gas. La moto se empina, la muchacha, sintiéndose casi en vertical, chilla. El chicho, asustado, puede que porque, además, sale con ella, reduce gas y frena. La moto baja delicadamente. Una enorme Kawasaki de casi trescientos kilos planea como teledirigirla, baja el morro, tocando el suelo, como un pequeño avión sin alas. Zac sigue con la carrera, alternando el freno y el acelerador. Su moto, proyectada hacia delante siempre a la misma altura, parece inmóvil, como dirigida por un hilo transparente en la oscuridad de la noche. Vuela, pegado a las estrellas. Maddalena ve pasar la carretera, las bandas blancas casi invisibles se mezclan unas con otras y aquel gris asfalto asemeja a un mar que blando, liso, sin olas, navega en silencio por debajo de ella. Zac llega el primero entre los gritos de alegría de sus amigos presentes y la felicidad del señor que ha apostado por él, no tanto por el dinero que ganado como por haber vencido al amigo que lo ha llevado a aquel sitio.
Chicas, como este capítulo es muy largo lo he dividido en dos.
Pronto subiré la segunda parte.
Y perdonarme por teneros tan abandonadas, pero estoy haciendo viajes y estoy atareada.
Espero que os guste. Muack
este cap sale en la peli!
ResponderEliminarme encanta lo ke dice mario
mario casas XD
ke aki lo dice zac
"ese dia estaras tan loca por mi ke o diras mi nombre"
me encanta
y tiene razon XD XD
bueno siguela prontito
y dejate de viajes XD XD
bye!
kisses!