Capitulo 40.

—Para. —Vanessa grita y se sujeta con fuerza a la cintura de Zac. La moto la obedece y casi frena en seco.

—¿Qué pasa?

—Ahí está mi madre.

Vanessa indica el Peugeot de Gina aparcado un poco más allá, frente a la escalinata del Falconieri. Faltan apenas unos minutos para la una y media. Tiene que intentarlo. Besa a Zac en los labios.

—Hasta luego, te llamo esta tarde.

Se aleja agachándose por detrás de la fila de coches aparcados. Al llegar delante del colegio, se yergue lentamente. Su madre está allí, a pocos metros de ella, la puede ver perfectamente a través del cristal de un Mini. Entretenida con algo que tiene en su regazo. Gina alza la mano derecha y la observa. Vanessa comprende. Se está arreglando las uñas. Vanessa se acuclilla junto al coche, vuelve a mirar el reloj. No puede faltar mucho. Mira a su derecha, al final de la calle, Zac se ha marchado. A saber lo que pensará de mí. Lo llamaré más tarde. De repente cae en la cuenta de que no puede hacerlo. No tiene su número de móvil. Ni siquiera sabe dónde vive. Suena el timbre de salida. Las alumnas más pequeñas empiezan a bajar las escaleras. Otro timbre. Es el turno de las de segundo y luego de las de tercero. Chicas más mayores. Una la mira con curiosidad. Vanessa se lleva el dedo a los labios, pidiéndole que guarde silencio. La chica mira hacia otro lado. Están habituadas a todo tipo de secretos. Finalmente le llega el turno a su clase. Es el momento de ir hasta el coche. Vanessa sale de su escondite y se mezcla con el resto de las alumnas. Saluda a algunas y luego, procurando no ser vista, echa una ojeada al coche. Gina no se ha dado cuenta de nada. Lo ha conseguido.

—¡Vanessa!

Ash corre hacia ella. Las dos amigas se abrazan.

Vanessa la mira preocupada.

—¿Cómo ha ido? ¿Han descubierto algo?

—No, todo está bajo control. Ten, son los deberes que han puesto para hoy. Están también las interrogaciones. No falta detalle, podrías contratarme como secretaria. Bueno, ¿te has divertido?

—Muchísimo. —Vanessa mete la hoja en su bolsa y sonríe a su amiga.

—Déjame adivinar… —Ash la observa por un momento—. Desayuno en Euclide de Vigna Stelluti. Capuccino y buñuelo con nata.

—Casi, casi. Lo mismo pero en el de la Flaminia.

—¡Claro! Mucho más discreto. Preciso. Luego fuga a Fregene y sexo desenfrenado en la playa, ¿me equivoco?

—¡Has acertado! —Vanessa se aleja sonriéndole.

—¿Fregene o el resto?

—Solo te digo que has adivinado una cosa.

Sube al coche mintiendo a su amiga y dejándola allí, frente al colegio, muerta de curiosidad. En realidad se ha equivocado sobre las dos.

—Hola, mamá.

—Hola. —Gina deja que Vanessa le dé un beso en la mejilla. La situación parece tranquila—. ¿Cómo ha ido el colegio?

—Bien, no me han preguntado.

Llega también Stella.

—Podemos irnos. Giovanna ha dicho que de ahora en adelante volverá a casa por su cuenta. —El Peugeot arranca. Aquella noticia las ha llenado a todas de felicidad. No tendrán que volver a esperarla. Mientras están paradas en el semáforo de plaza Euclide, Vanessa siente de repente que algo le pincha. Sin que la vean se mete la mano por la camiseta. Aprisionada en el sostén hay una pequeña espiga dorada. La suelta y la mete en el diario. Luego la contempla por un momento. Aquel pequeño gran secreto. Zac le ha acariciado el pecho. Sonríe y justo cuando se pone verde lo ve. Está allí, parado a la derecha de la plaza. Hace ondear, riéndose, una bandera inglesa, su bandera. ¿Cuándo la habrá robado? Entonces cae en la cuenta de la cosa más importante. Zac es igual que Pollo, los dos roban. Hasta ahora no lo había pensado. Sale con un ladrón.