martes, 14 de junio de 2011

Capitulo 14.

Un perro lobo corre veloz por la playa con un palo en la boca. Agrupa las patas y enseguida las lanza de nuevo, casi rozando la arena, levantando salpicaduras de ella. Llega hasta Zac. Se deja quitar el palo de la boca babeando un poco. Luego se acuclilla, con la cabeza doblada entre las patas anteriores, unidas, extendidas junto al suelo. Zac finge tirar el palo a la derecha. El perro da un salto, pero luego se da cuenta que no serviría de nada. Zac finge de nuevo.
Al final lanza el palo lejos, en el agua. El perro parte. Se arroja al mar de inmediato. Con la cabeza levantada avanza entre alguna que otra ola pequeña y una leve corriente. El trozo de madera flota un poco más allá. Zac se sienta a mirar. Es un día precioso. Todavía no hay nadie. Repentinamente, un fuerte ruido. Una gran luz. El perro desaparece. El agua también, el mar, las montañas lejanas, las colinas a la derecha, la arena.
—¿Qué puñetas pasa?
Zac se da la vuelta en la cama, tapándose la cara con el almohadón.
—¿A qué coño viene esta invasión? —Pollo, después de haber levantado la persiana, abre la ventana.
—¡Madre mía, menuda peste! Será mejor que abramos un poco. Ten, te he traído unos sándwiches. —Pollo le tira la bolsa verde sobre la cama. Zac se incorpora y se estira un poco.
—¿Quién te ha abierto? ¿Maria?
—Sí, está haciendo el café.
—Pero, ¿qué hora es?
Las diez.
Zac se levanta de la cama.
—Maldita sea, ¿no podías dejarme dormir un poco más? —Zac se dirige al baño. Levanta la tapa del váter que golpea las baldosas con un ruido seco. En la otra habitación, Pollo abre el Corriere dello sport y alza un poco la voz.
—Me tienes que acompañar a recoger la moto en el garaje de Sergio. Me ha llamado para decirme que ya está lista. Oh, ¿has visto que el Lazio ha confirmado a Stam, el defensor del Manchester? Genial, Jaap.
Pollo se pone a leer un artículo, luego al oír que Zac no da muestra de acabar:
—Eh, pero ¿qué pasa? ¿Te has bebido un río?
Zac tira de la cadena. Vuelve a la habitación, coge el paquete de comida.
—Solo te justifica haberme traído esto. —Acto seguido, se dirige a la cocina, seguido de Pollo. La cafetera aún humeante está posada sobre un platito de madera. Cerca hay un cacito con leche caliente y, en el habitual brik azul claro, algo más de leche fría, del tipo entero.
Maria, la mujer de la limpieza, es una señora menuda de unos cincuenta años. Sale del cuarto contiguo, donde apenas ha acabado de planchar.
—¿Ve a este, Maria? —Zac indica a Pollo —. Haga lo que haga o diga lo que diga, no debe entrar en esta casa antes de las once. —Maria lo mira un poco preocupada.
—Le he dicho que usted quería dormir. Pero ¿sabe lo que me ha contestado? Que si no le abría tiraba abajo la puerta. —Zac mira a Pollo.
—¿Le has dicho eso a Maria?
—Bueno, la verdad… —Pollo sonríe. Zac finge que se enfada.
—¿Le has dicho eso? ¿Amenazas a Maria…? —Zac agarra al vuelo el cuello robusto de Pollo y se lo mete bajo el brazo, inmovilizándole la cabeza —. Te comportas como un nazi en mi casa y ahora pagarás por ello. —Coge el jarro de leche hirviendo y se lo acerca a la cara.
Pollo advierte el calor y grita exagerando.
—Ay, Zac, quema… Venga, coño, que me haces daño. —Zac aprieta un poco más.
—Ah, dices también palabrotas, entonces es que estás loco. Discúlpate enseguida con Maria. Venga, pídele disculpas. —Maria mira preocupada la escena. Zac acerca un poco más el jarro a la cara de Pollo.
—Ay, me has quemado. Perdone, Maria, perdone. —Maria se siente culpable de todo lo que está pasando.
—Déjalo, Zac. Me he equivocado. No ha dicho que tiraba abajo la puerta. Le he entendido mal. Ha dicho que pasaría más tarde, eso es. Sí, ahora me acuerdo, ha dicho justo eso. —Zac deja a Pollo. Los dos amigos se miran. Luego estallan en carcajadas. Maria los mira sin entender muy bien lo que pasa. Pasado un momento, Zac recupera la compostura.
—Está bien, Maria. Gracias. Es que a este tipo le vendría muy bien una lección. Puede irse. Verá que a partir de hoy se porta mejor.
Maria mira disgustada a Pollo. Con una mirada trata de hacerle entender que le gustaría que las cosas no hubieran llegado tan lejos. Luego coge la ropa recién planchada y se la lleva. Zac, divertido, la contempla mientras se aleja. A continuación, se vuelve hacia Pollo.
—¿Eres idiota? Venga, ¿me aterrorizas a la mujer de la limpieza?
—Pero es que esa no me quería abrir.
—Vale, pero tú se lo puedes pedir por favor, ¿no? ¿Qué haces, le dices que tiras la puerta abajo? La próxima vez te quemo de verdad esa cara que tienes.
—Entonces déjame las llaves, ¿no?
—Sí, y así, cuando no esté en casa, me la limpias.
—¿Estás bromeando? ¿De verdad piensas que sería capaz de hacer una cosa así?
—No, puede que no. Pero, en la duda, mejor no darte la posibilidad.
—Qué canalla eres, devuélveme enseguida los sándwiches.
Zac sonríe y hace desaparecer inmediatamente uno devorándolo. Pollo abre el periódico y simula estar enojado. Zac se sirve café, añadiéndole un poco de leche caliente y después un poco de leche fría. A continuación, mira a Pollo.
—¿Quieres un poco de café?
—Sí, gracias —le contesta con fingida indiferencia. Todavía no está dispuesto a ceder del todo. Zac le sirve un poco en una taza.
—Venga, me ducho y te acompaño a recoger la moto. —Pollo bebe un poco café.
—Hay solo un pequeño problema. Me faltan doscientos euros.
—Pero ¿cómo es posible, con todo lo que robaste ayer por la noche?
—Tenía un montón de deudas. He tenido que pagas la comida, la tintorería y, además, tenía que devolverle dinero a Furio, el del Toto.
—¿Cómo coño se te ocurre jugar al Toto negro si no tienes nunca ni un euro?
—Por eso, trato de tener un golpe de suerte. En cualquier caso, he dejado ciento cincuenta euros para la moto. Pero Sergio me ha llamado y me ha dicho que ha tenido que cambiar también otro pistón, los rodamientos y todo lo demás. Luego cambio del aceite completo y otras cosas que no recuerdo. Moraleja: cuatrocientos euros. Necesito la moto, coño. Esta noche hay carreras, espero sacar un buen pico. Tú qué haces, ¿vienes?
—No lo sé. Entretanto tenemos que encontrar doscientos euros.
—Ya. Si no, no vamos a ninguna parte.
—Tú no vas a ninguna parte. —Zac le sonríe antes de encaminarse hacia la habitación de Paolo, su hermano. Empieza a hurgar en las chaquetas. Abre los cajones del armario. Luego pasa a la mesita. Pollo lo mira desde la puerta. Controla a su alrededor. Zac se da cuenta.
—¿Qué haces ahí plantado? ¿Te pones a vigilar en mi propia casa? Ven, échame una mano.
Pollo no se lo hace repetir dos veces. Se dirige al otro lado de la cama. Abre el cajón de la otra mesita de noche.
—Un tipo prudente, tu hermano, ¿eh? —Pollo mira a Zac.
Lleva en la mano una caja de Settebello y una sonrisa tonta en la cara.
—¡Prudentísimo! Es tan prudente que ni siquiera deja medio euro suelto.
—Bueno, no le falta razón. Después de todas las veces que lo hemos saqueado… —Pollo se mete tres preservativos en el bolsillo antes de volver a poner en su sitio la caja. A pesar de todo, es un optimista. Zac sigue buscando un posible escondite.
—Nada que hacer, no hay nada. Yo no tengo ni siquiera un euro para prestarte. —Por la puerta pasa Maria con algunas camisetas y sudaderas de Zac en la mano derecha y las camisas de Paolo perfectamente planchadas en la izquierda.
Pollo señala con la cabeza.
—¿Y a ella? ¿Podemos pedírselos?
—¡Déjala! Le debo todavía el dinero de los periódicos de la semana pasada.
—¿Qué hacemos entonces?
—Estoy pensando. El Siciliano y el resto están peor que nosotros, así que con ellos no se puede contar. Mi madre está fuera.
—¿Dónde?
—En Canarias, creo, o en las Seychelles. De todos modos, aunque estuviera aquí no le podríamos pedir nada. —Pollo asiente. Está al corriente de la relación que hay entre Zac y su madre.
—¿Y tu padre? ¿No te los podría prestar?
Zac coge una camiseta recién planchada y la coloca sobre la cama donde ha preparado ya un par de calzoncillos negros y un par de pantalones vaqueros.
—Sí, hoy voy a comer con él. Me llamó ayer para decirme que quería hablar conmigo. Tanto, ya sé lo que me va a decir. Me preguntará qué tengo intención de hacer con la universidad y todo lo demás. Y yo, ¿qué crees que puedo hacer entonces? En lugar de contestarle le digo: papá, dame doscientos euros que tengo que recoger la moto de Pollo, ¿eh? Creo que es mejor que no. ¡Maria! —La mujer se asoma a la puerta—.
Perdone, ¿dónde está la cazadora azul?
—¿Cuál, Zachary?
—La que es igual que la verde militar, solo que azul oscura, me la compré el otro día. Se parece a las que llevan los policías.
—Ah, ya sé, la he puesto en el recibidor, en el armario de su hermano. Pensaba que era de él. —Zac sonríe. Paolo con una cazadora así. Sería todo un número. Él y sus trajes de chaqueta. Zac se dirige al pasillo. Ahí está su cazadora. Es la única entre todas aquellas chaquetas a cuadros y aquellos trajes de chaqueta grises.
Zac aprovecha y, de paso, los registra también sin encontrar nada. Vuelve a la habitación. Pollo está echado en su cama. Tiene la cartera abierta. Repasa sus finanzas esperando un milagro que no se ha producido. La cierra desconsolado.
—¿Entonces?
—Alégrate. He encontrado la solución.
Pollo mira esperanzado la solución.
—¿Cuál es?
—El dinero nos lo dará mi hermano.
—¿Y por qué debería dárnoslo?
—Porque yo haré chantaje.
Pollo parece más tranquilo.
—¡Ah, claro!
Por otro lado, para él chantajear a un hermano es la cosa más normal del mundo. Por un momento lamenta ser hijo único.

Alice, Vanessa está en un colegio de solo niñas.
Y bueno la edad.. aún no la he visto, pero supongo que sobre los 18 años..
ya que están en la Universidad..
Espero que te esté gustando, aunque estos capitulos son un poco aburridos..
pero pronto llegaran los más interesante.
Pd: perdona por no leer ahora tu nove, pero ya sabes, estoy con los examenes.. :S

1 comentario:

  1. XD XD XD ke pandilla
    pobre maria
    y kien en su sano juicio se aria llamar pollo? XD XD XD
    el sueño de zac a molado XD XD
    ahi con su chucho, en el mar...
    igualito ke en la vida real XD XD
    gracias por responderme!
    suerte en los examenes!
    bye!
    kisses!

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