Bajo la ducha, Vanessa se peina el pelo lleno de bálsamo. En el 103.10 de la radio transmiten los últimos éxitos americanos. Anastasia ha subido al tercer puesto. Vanessa echa la cabeza hacia atrás mecida por aquella lenta melodía. Una ligera cascada de agua le quita el bálsamo, que se desliza por su cara, rozándole las facciones, las delicadas protuberancias.
Alguien llama a la puerta.
—Vanessa… te llaman por teléfono.
Es Stella.
—Voy enseguida. —Se envuelve rápida en una toalla y va hasta la puerta. Stella le da el inalámbrico.
—Date prisa, estoy esperando que Andrea me llame. —Vanessa se encierra de nuevo en el baño y se sienta sobre la suave tapa de la taza.
La voz de Ash parece excitada.
—¿Estabas en la ducha?
—¡Claro, si no, no me habrías llamado! ¿Qué es lo que es tan urgente?
—Pollo me ha llamado hace diez segundos. Me ha dicho que el otro día se lo pasó muy bien conmigo. Me ha pedido disculpas por lo que pasó en el restaurante y me ha dicho que me quiere ver. Me ha pedido que esta noche vaya con él a las carreras.
—¿A qué carreras?
—Esta noche todos van a la Olimpica con las motos y hacen carreras. A toda velocidad, dos en cada moto sobre una sola rueda. ¿Te acuerdas?
Francesca nos dijo que había ido. Dijo que era muy guay. ¡Ella ha sido incluso camomila…!
—¿Camomila?
—Sí, a las que van detrás las llaman así porque tienen el cinturón doble de Camomillapara atarse al que conduce. La regla es que deben ir vueltas con la cara hacia atrás.
—¿Vueltas con la cara hacia atrás? Ash, ¿qué te pasa?, ¿has perdido la cabeza? Casi empiezo a lamentar haberme sacrificado por ti…
—¿A qué sacrificio te refieres?
—¿Cómo que a qué? ¡La comunicación y todo lo demás!
—¡Venga, la estás haciendo durar demasiado, esa historia de la comunicación!
—Sí, bueno, pero mientras tanto, yo estoy castigada y no puedo salir hasta el lunes.
—Está bien, pero mira que yo no te estoy pidiendo que vengas conmigo. Solo quería un consejo. ¿Qué piensas, voy?
—Ir a ver a los que corren es aún más idiota que correr con las motos. Además, puedes hacer lo que quieras.
—Bueno, tal vez tengas razón. Por cierto. Le he dicho a Dema que salgo con Pollo. ¿Estás contenta?
—¿Yo? ¿Y a mí qué me importa? Es tu amigo. Solo te dije que, en mi opinión, si se enteraba por otro le iba a sentar mal.
—Sí, ya lo he entendido. En cambio no le ha sentado nada mal. A mí me parecía incluso contento. ¿Ves cómo te habías equivocado? No era verdad que estaba enamorado de mí.
Vanessa se acerca al espejo. Quita con la toalla un poco de vapor. Aparece su imagen con el teléfono en la mano y aire de fastidio. A veces Ash resulta realmente exasperante.
—Bueno, mejor así, ¿no?
—¿Sabes qué te digo, Vanessa? Me has convencido. No voy a las carreras.
—¡Bien! Hablamos luego.
Vanessa sale del baño. Pasa delante de Stella y le devuelve el teléfono. Stella no dice nada, pero parece molesta, como si quisiera hacer notar que su hermana ha pasado demasiado tiempo al teléfono. Vanessa va a su habitación y empieza a secarse el pelo. Entra Stella con el teléfono.
—Es Dema. Es inútil que te diga que todavía vale lo mismo de antes.
Vanessa apaga el secador y coge el teléfono.
—Hola, Dema, ¿cómo estás?
—Fatal.
Vanessa escucha en silencio. Pero ¿en qué modo, si no tiene nada que recordar? Vanessa renuncia a decírselo. También porque Dema le hace mil preguntas.
—Pero cómo, después de todo el tiempo que he ido detrás de ella, ¿va y empieza a salir con ese? Y, además, ¿quién es?
—Se llama Pollo, es todo lo que sé.
—¿Pollo? ¡Qué nombre! ¿Qué espera encontrar en él? Es un violento, uno de esos gamberros que vinieron la otra noche a la fiesta de Roberta. Chusma, ¡y Ash va y se enamora!
—Bah, enamorada, Dema… ¡le gustará!
—No, no, enamorada. ¡Me lo ha dicho ella!
—Ya sabes todo lo que dice Ash, ¿no? La conoces mejor que yo. Esta noche, por ejemplo, quiere ir a ver las carreras en la Olimpica… Cinco segundos después cambia de idea. ¿Ves cómo es? A lo mejor dentro de poco se da cuenta del error que ha cometido y rectifica. Venga, Dema, ya verás cómo pasa eso.
Dema permanece en silencio. Se ha creído sus palabras o, en cualquier caso, ha querido creer en ellas. «Pobre», piensa Vanessa. ¡Y menos mal que no estaba enamorado!
—Sí, puede que tengas razón. Tal vez pase justo eso.
—Ya lo verás, Dema, es solo cuestión de tiempo.
—Sí, solo espero que no sea demasiado. —Luego, trata de quitarle hierro a todo aquel asunto—. Vanessa, por favor, no le digas nada a Ash de esta llamada.
—Por supuesto, y ánimo, ¿eh?
—Sí, gracias. —Cuelgan.
Entra Stella.
—Caramba, Ash sale con Pollo, ¡increíble! Y Dema, claro, está destrozado.
—Ya, pobre, lleva una vida detrás de ella.
—¡Sin esperanza! Es el clásico amigo de las mujeres.
Tras emitir ese duro juicio, Stella se aleja con el teléfono pero, antes de que pueda salir de la habitación, el aparato vuelve a sonar.
—Hola. Sí, ahora te la paso. Vanessa, te lo suplico, no estés una hora.
—¿Quién es?
—Ash.
—¡Lo intentaré! —Vanessa coge el teléfono.
—¿Has roto con Pollo?
—¡No!
—Lástima…
—¿Con quién hablabas que estaba siempre ocupado?
—Con Dema, está destrozado.
—¡No!
—¡Sí, le ha sentado fatal! Pobre, me ha pedido que no te lo diga. Te lo ruego, haz como si no supieras nada, ¿eh?
—Tal vez no debía haberle dicho que salgo con Pollo.
—Pero ¿qué dices, Ash?, si se hubiese enterado habría sido peor.
—Habría podido esperar hasta el último momento.
—¿Qué último momento? Podrías no salir con Pollo y basta.
—No toquemos ese tema. Digamos, más bien, que he decidido que en la vida es mucho más divertido ser idiotas…
—¿Y entonces?
—Entonces, voy a las carreras.
Vanessa sacude la cabeza. A esas alturas, el pelo ya casi se le ha secado solo.
—Está bien, diviértete.
—Me ha llamado Pollo y pasa a recogerme enseguida. ¿Qué piensas, tengo que ir allí a divertirme o a hacer la que se queda mirando las carreras y se aburre un poco?
Ash se ha pasado. Vanessa explota.
—Oye, Ash. Vete a las carreras, sube a una de esas motos, haz el caballito, sal con todos los gamberros de este mundo pero, por favor, ¡no le des tantas vueltas!
Ash suelta una carcajada.
—Tienes razón. Pero, escucha, tienes que hacerme un último favor. Como no sé a qué hora acaban las carreras, le he dicho a mi madre que voy adormir a tu casa.
—¿Y si tu madre llama?
—Imposible. Esa no me busca nunca… Más bien déjame las llaves bajo la alfombrilla del portal. En el sitio de siempre.
—Está bien.
—Ah, no te olvides, ¿eh? ¡Pobre Dema! ¿Crees que debo hacer algo?
—Me parece que por hoy ya has hecho bastante, Ash.
Vanessa apaga el teléfono. Stella casi se lo arranca de las manos.
—Menos mal que te he pedido que no estuvieras mucho, ¿eh?
—¡Qué puedo hacer! Ya has oído el lío que se ha armado. Te lo ruego, no se lo digas a nadie, lo de Pollo y Ash.
—¿Y a quién quieres que se lo diga?
El teléfono suena de nuevo. Es Giulia.
—¿Se puede saber a quién se le ha quedado pegado el teléfono a la oreja?
—Hola, Giuli. Perdona, eh, era mi hermana.
Stella va a su habitación. Nada más cerrar la puerta, revienta al no poderse aguantar.
—No sabes qué noticia, Giulia. ¡Ash sale con Pollo!
—¡No!
—¡Sí! ¡Dema está destrozado pero, te lo suplico, no se lo digas a nadie!
—Por supuesto, faltaría más. —Giulia escucha el resto de la historia pensando ya en lo que le va a contar más tarde a Giovanna y Stefania.